Categoría: Crónica

LITERATURA AL MEJOR POSTOR

En este tiempo de la prisa y lo perecedero, de la falta de ánimo para la reflexión y el cultivo de las almas, a mí me ha brotado una inquietud profunda que extiende sus sombrías raíces inexorablemente.

En el vasto océano de letras y palabras, donde las historias navegan, se oculta un lamento, una triste verdad: el comercio de páginas que encierran susurros de papel arrugado y tinta descolorida.

Las palabras, antes confidencias del alma, son ahora moneda de cambio donde el valor se mide en estadísticas y ventas, y el arte se eclipsa bajo luz de gas.

Las musas, cautivas en jaulas de tendencias y cifras, lloran lágrimas de tinta mientras los sueños de los escritores se desvanecen en el eco distante de una venta más.

Y entre contratos y negociaciones, se desdibuja el alma misma de la literatura, atrapada en un laberinto de números y estrategias, donde la creatividad se marchita bajo el yugo del éxito comercial.

En los estantes de las librerías, se alinean las historias olvidadas, historias de mundos que nunca alcanzaron su plenitud, vendidos al precio de la popularidad efímera y el lucro desalmado.

La literatura se ve reducida a un simple producto, profano, donde el valor intrínseco se pierde en la transacción, donde su verdadera esencia se desvanece.

MARZO

A vueltas con la edad, ese reloj que continúa su marcha sin entender de cuestiones materiales. Marchamos a través de su latido: segundos, minutos, horas, y vamos acomodando nuestro paso al transitar por esa senda. A veces nos pesa y otras, nos pisa y así, la edad, pasa.

Y en los altos del camino, cuando uno se recuesta descansando el cansancio, deteniendo el presente por un instante, se desperezan las sombras de los días pasados donde tantos otros nos acompañaron.

Marzo es un mes complicado en mi agenda cuando la repaso. Tantas despedidas que voy atesorando. Te despides también tú, mes del cambio, promesa incierta, y aquí sigo yo, caminando.

EL MUNDO DE VERDAD

¿Por qué la humanidad se destruye? Este mundo caótico en el que vivimos parece que no tiene remedio. El mundo está gobernado por ignorantes del amor, de la paz y de la vida sosegada. Si el motor de progreso es el ansia de poder, errado es el camino por el que vamos. A veces la vida se convierte en el frente de batalla de una guerra encubierta. Y nos adoctrina en el pensamiento de que, a veces, destruir es la alternativa para volver a sentir la fuerza creadora.

Hemos hecho un arte del comenzar de nuevo cuando tocamos fondo, desde los escombros. La historia no dejará de repetirse: otros rostros, otros paisajes, otras modas… pero siempre nosotros. La búsqueda del bienestar termina por insensibilizar nuestros sentidos y se nos hace necesario sacudirnos en ese horror del caos, para que se desprenda del corazón el revestimiento que lo ahoga, que lo anestesia para dejar de sentir.

Todo es cuestión de tiempo, que todo termine, que empiece de nuevo o que, pese a todo, perdure a pesar del día a día. ¡Tanto tiempo…!

Pero cada día amanece de nuevo y con ello, nos ofrece una nueva esperanza. Cada jornada la luz renace de la oscuridad para mantener otra dura batalla, y yo, sigo aquí.

No me gusta volver a lugares llenos de despedidas. Están ahí, y los siento, pero evito regresar. Prefiero buscar los lugares que hablen de paz, de una vida tranquila donde lo importante, lo realmente importante, sea estar.

PIES EN TIERRA

A veces nos creemos dueños de nuestros pasos. Por momentos, pretendemos poder tocar la cima de nuestros sueños. Pero cuando uno cree estar cerca de la meta, descubrimos que tan sólo es una etapa más antes de alcanzar lo deseado.

Quizá haya vientos que nos empujen… los del destino o el desatino de corrientes que nos golpean. En la naturaleza de todas las cosas nunca se es dueño real del curso de la propia vida, quizá podamos orientar la dirección de nuestros pasos, pero siempre habrá elementos ajenos a nosotros que nos exijan tomar uno u otro rumbo.

Demasiado centrados en los mapas que desplegamos en pos del  tesoro esperado, a veces olvidamos, tan sólo, disfrutar del viaje de la vida.

ESTELAS DE NUESTRA RUTA

La espera es como una puerta cerrada que miramos expectantes. En la que se estrellan los minutos prendidos de un pomo que esperamos ver girar franqueando el paso a nuestra esperanza, a nuestros anhelos.

Y en ese tiempo desértico se amontonan a nuestro alrededor las hojas caídas del calendario. Maleza marchita que va apagando nuestros pasos. Todo parece detenerse cuando uno espera y cada segundo se dilata —elástico— poniendo a prueba el valor de quien confía.

Pero una puerta es una puerta y al final… siempre acaba abriéndose. Aunque por esa misma condición, después, vuelva a cerrarse.

Y entre puerta y puerta, fuimos dos esperas enfrentadas, dos buscadores, un cúmulo de sueños perdidos. Conteníamos toda la intensidad que se amontona en la imposibilidad de compartir. Y se cruzaron los caminos, e intercambiamos las cargas, yo tomé la tuya y tú, me despojaste de la mía.

Si miro en los mapas de mi viaje, en ese momento dejé de ser. Dejé de ser mi día a día, dejé de ser la rutina y el poso de lo que va quedando. Puedo lanzar mi mirada hacia la lejanía y vislumbrarme, en mi hoy, en una escena distinta —¿siendo lo que siempre quise ser?—. Y te encuentro frente a mí. En el mismo itinerario. Esperándome. Tendida tu mano que, ahora, completa la mía.