CONFINAMIENTO

Cuestión de naturaleza. Eso es algo que me repito cuando miro hacia fuera y veo lo que me rodea. Sé que es difícil en estos tiempos, bueno en estos y en casi todos los tiempos pasados y, quizá, en los venideros, mantener en el horizonte personal la esperanza de alcanzar esa maravillosa utopía de hacer de este mundo un lugar estupendo en el que habitar.

En este confinamiento forzado he intentado mirarme por dentro y también he intentado ver fuera las señales que indicaran que, en conjunto, también se estaba realizando una reflexión en toda regla. Al principio no dejaba de escuchar que este período de cese de la actividad cotidiana serviría para volvernos más humanos, para otorgar al planeta que nos acoge un respiro de sus inquilinos, para reinventarnos, para crecer, para…

Para volver exactamente al punto donde nos detuvimos, con las mismas gafas, el mismo equipaje y con la sensación, por mi parte, de que este tiempo en que la vida cotidiana ha estado suspendida, no ha sido suficiente para hacer un examen personal con la necesaria profundidad, honestidad y exigencia que se requería.

Quizá no he podido deshacerme de esa «singularidad» que benévolamente podría tildarse de ingenuidad, y que muchos llamarían «puerilidad». Yo he hecho mis deberes. Incluso siento que esos deberes han provocado en mí la necesidad de continuar con el examen. Creo que muchos han escurrido el bulto, se han escabullido, de hacer el suyo por lo que, el resultado general de esta prueba que la vida nos ha impuesto, no nos ha dejado en muy buen lugar.

A pesar de todo, creo que el que haya personas que han hecho sus deberes, como yo, que hayan aprovechado este tiempo de retiro involuntario, son el combustible necesario para mantener ardiendo la llama de la esperanza. Quizá pequeña aún, pero suficiente para iluminar en la oscuridad.

Aferrándome a la frase de «mientras haya vida, hay esperanza», y con la mirada, más que nunca, puesta en esa naturaleza que no deja de maravillarme, de demostrar su capacidad de adaptación a cualquier revés que le sobrevenga, seguiré este nuevo sendero que se ha abierto ante mí. Caminaré con los ojos más abiertos que nunca.

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