El alma se debilita… en esta continua disputa contra la razón.
La mente esgrime razones que el alma niega, no sé si por inciertas o por indiscutibles.
Y mientras, el tiempo, augusto e ingobernable se recrea atormentándonos.
Cuando nuestro espacio se funde resbala entre nuestros dedos desafiándonos, mostrándonos sin tapujo su lazo con la inevitabilidad.
Y si nuestros pasos se desunen sintiéndonos remotos, perecederos el uno sin el otro, el tiempo se muestra lejano en su divinidad, ajeno al sentir del espíritu, dejándolo languidecer en la eternidad de horas que se encadenan minuto a minuto, segundo a segundo, pesadas, opresivas, devastadoras…
Pero en esta utopía de someter al universo, atraviesa el espacio la fuerza de este sentimiento que me nutre, que me sostiene, incluso cuando las sombras amenazan confinarme en una noche eterna.