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CARTAS AL APRENDIZ DE HOMBRE

The Temperature of the Air on the Bow of the Kaleetan_Chris Zabriskie

CARTA NÚMERO 1 (París, 17 de febrero 1903)

          […] «Pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas editoriales rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien —ya que me permite darle consejo— he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie… No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: “¿Debo yo escribir?” Vaya cavando y ahondando en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un “Sí debo” firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor. Rehúya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.
          Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.
          Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro». […]

Rainer María Rilke

Entre lecturas de obras nuevas y proyectos por encarar, me gusta volver sobre esas letras que en su día calaron en mí de una manera especial. Quizá por ser miércoles, ecuador de una calurosa semana y con una lista de «pendientes» que logra que mi cabeza se encuentre como la A-2, a su paso por Madrid en plena hora punta, mi espíritu busque evadirse retomando esas lecturas que me retrotraen en el tiempo y que, con su magia, vuelven a cargarme las pilas. Este es el caso de Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke. De su carta primera destacan para mí sus palabras sobre el móvil que impele a escribir a cada uno. Es una pregunta que uno debe hacerse, estoy totalmente de acuerdo, y en base a la respuesta que hallemos, ser absolutamente consecuentes con ella. Todo aquello que elegimos hacer requiere de preparación, de formación, de búsqueda continua de fuentes donde saciar la sed por aprender y aprehender todo lo que tenga que ver con la elección hecha por cada uno.

Como dice Antoni Pascual, leer a Rilke es leernos a nosotros mismos. Transformar la conciencia significa descubrir todo el potencial humano que está en nosotros. Leerle, nos facilita claves para entender no sólo su proceso vital sino también el de cada uno.