Categoría: Poesía

NUESTRO NUEVO AHORA

En qué aurora he de buscarte,
qué silencio ha de acercarme
a ese misterio que encierras,
que tantas veces te entierra
y que me impide alcanzarte.

En qué atardecer perdimos
las caricias, nuestros mimos,
la risa que desertaba
—y que siempre nos aislaba—
de realidades y ruidos.

Es ahora un nuevo inicio
otro tiempo, otro sitio
que me permite abrazarte,
oír tu risa, mirarte,
poner a cero el contador…
                                                 que me devuelve al principio.

Idoia Mielgo Merino_firma

CALLAR PUEDE SER MÚSICA

Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.

  —Roberto Juarroz

ESTOY GRIS Y PLOMIZA

Estoy gris y plomiza.

Es mi alma lluvia incontenible,
una herida que se derrama,
un latido desacompasado,
un temblor, un grito.

Estoy herida y culpable,
es mi interior invierno,
inhóspita y arrasada;
soy catástrofe y desaliento
y sin embargo
estás tú, todo calor,
todo confianza y calma,
todo bondad y paciencia.

Nunca conseguí ajustarme
a tu paso consonante,
pero, aun así, me aceptaste,
y con todo hoy
somos más diferentes que nunca,
porque soy tormenta frente a tu calma,
porque soy dolor frente a tu amor,
porque te vas y yo…
te veo partir.

Idoia Mielgo Merino_firma

MIS ZAPATOS

Y me dejé los zapatos
en la orilla, apartados.

Aquellos viejos zapatos
polvorientos, desgastados,
tantos pasos recorridos
tantos baches sorteados,
subimos tantos peldaños
como repechos bajamos.

¡Ay, esos viejos zapatos!
Se amoldaban a mis pies
guardándome del camino,
apurándome ruidosos
si me notaban vencido.

Y un buen día, una tarde,
a la orilla me acerqué,
el agua no estaba fría
y al final, me descalcé.

Los dejé desordenados
como el resto de mi vida,
los miré —estáis cansados—,
les regale mi sonrisa
y sin volver la mirada
sentí una profunda paz,
el agua calaba mi alma
y allí me quise quedar
entre su arena y sus algas.

Fueron los últimos pasos
que conseguí dar descalzo,
porque abandoné en la orilla
aquellos viejos zapatos.

Idoia Mielgo Merino_firma