Cerrar los ojos y saltar al vacío superando el vértigo, sin límites, mientras tu nombre se queda entre mis labios —talismán que destierra oscuridades— y todo tú buscas huellas del pasado que borras con tus besos, derramados sobre mí como ansiado aguacero en un sofocante día.
Y se filtran por mi piel ardiente semillas que se entierran en el alma horadándola, bañándola, retoñándola. Me desnudas despacio la inseguridad explorando mis secretos, y en tu ser, mi ser se desvanece cegando mi conciencia e indultándome el corazón.
Te busco inconteniblemente. Y sólo encuentro una sombra inasible, inabordable en la danza del tiempo, en la melodía del ayer, como hojas que se agitan en el viento del recuerdo donde tus pasos dejaron estelas en el terciopelo de los sentidos.
Nada que ver con tu mundo intangible, con mi necesidad de ti, de sentirme en el mismo espacio, en el mismo universo que ya no habitas, del que te ausentas.
Y es tu discurso desorden —que trastorna— de palabras que se clavan como aguijones en esta incapacidad para alcanzarte, en este naufragio continuo persiguiendo tu orilla.
Te busco inconteniblemente. Rastreando tu reflejo hostil a corazón descubierto, blandiendo el alma en son de paz, intentando sostener ese cabo que tú me tendiste desde el mismo instante en que bajaste a la tierra.
En qué aurora he de buscarte, qué silencio ha de acercarme a ese misterio que encierras, que tantas veces te entierra y que me impide alcanzarte.
En qué atardecer perdimos las caricias, nuestros mimos, la risa que desertaba —y que siempre nos aislaba— de realidades y ruidos.
Es ahora un nuevo inicio otro tiempo, otro sitio que me permite abrazarte, oír tu risa, mirarte, poner a cero el contador… que me devuelve al principio.
Callar puede ser una música, una melodía diferente, que se borda con hilos de ausencia sobre el revés de un extraño tejido. La imaginación es la verdadera historia del mundo. La luz presiona hacia abajo. La vida se derrama de pronto por un hilo suelto. Callar puede ser una música o también el vacío ya que hablar es taparlo. O callar puede ser tal vez la música del vacío.