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TE VAS

Te vas, sé que es ley de vida y sin embargo esta parte egoista de mí se resiste a tu ausencia. Quizá te abandoné hace tiempo, pero te sabía caminando, lidiando con el día a día. En ocasiones retornaba a ti. Mi guerrero, mi alma pura. En tu oscuridad encontré yo los primeros destellos de luz. La incondicionalidad a pesar de tus fracturas con una raza distinta a la tuya.

Te vas, sé que es hora de dejarte partir, pero cuesta soltar, dejarte volar sin saber dónde habré de volverte a encontrar. La edad se asoma a tu mirada quieta. El peso que ya no puedes aguantar y yo… no estoy para sostenerte.

Te vas, mi despeinado caballero, mi resignado amigo, mi aprendiz de lobo, mi fortuna negra, ¡tantas veces mi aliento!

Te vas, y te acompañaré desde este alambre en el que caminamos, para sentir cómo te alejas hacia una inmensidad inabordable. Y te observaré desde este espacio temporal que habitamos.

Me quedará una mella en el alma, un pequeño desgarrado que habré de aprender a remendar. Lo haré con hilo negro, de seda, para recordarte siempre y cada día.

NUESTROS RECUERDOS

Los recuerdos son esos instantes que vuelan a esconderse cuando el alma percibe que quedarán enredados por siempre entre los hilos que van completando el tejido de nuestra memoria. Sobrevuelan siempre cuando la atmósfera lo permite. Si la circunstancia es adecuada se precipitan, empujándose unos a otros, sin dar tiempo a nuestra carne, a nuestro corazón, a nuestras entrañas a asimilarlos, a ordenarlos y limitarlos para poder mantener bajo control sus consecuencias.
Los recuerdos pueden ser bálsamo o veneno. Cuando se lleva la piel marcada, son sal que se arroja sobre cada herida. Sal que se va diluyendo lentamente fundiéndose con el torrente que cada pulso arrastra en una agonía interminable.
Te vas y toda yo sufro una fractura. Arrancas una parte de mí, tú. Y quedo lesionada, desgarrada en infinitas cisuras que te invocan, con un dolor sordo, en cada bocanada de aire que mis pulmones buscan para sobrevivir.
Y cada rastro que has dejado en mí trae un recuerdo. Imágenes que me hostigan sin compasión, que descomponen mis latidos liberando una ansiedad atronadora.
Cuando comparto tus recuerdos, que se mezclan con los míos, juguetean unos y otros arrojándose a un bailoteo travieso que lo mismo me arrancan desgajados suspiros, que sacuden mi sonrisa. Tu voz los gobierna. Los trae y los lleva. Y dóciles siguen la cadencia de tus palabras siguiendo tu juego: me provocas, me calmas, me despiertas, me enamoras…
Estoy llena de recuerdos. Llena de momentos. Llena de suspiros. Llena de caricias. Llena de susurros. Llena de risas. Llena de lágrimas. Llena de sueños. Llena de deseos. Llena de sombras. Llena de luces. Estoy llena de vida.

NADIE MOJABA EL AIRE…

Nadie mojaba el aire
tanto como mis ojos.
Me decías:  «¿Trabajas?»
Me decías:  «¿Ya es la hora del té?»
Y yo no te decía:  «Te amo»;
no te decía:
«Eres todo lo que tengo»;
no te decía:
«Eres la única rosa en la que caben
todas las primaveras».
Me decías:
«Adiós, hasta mañana».
O me decías:
«¿Necesitas algo?».
Y yo no te decía:
«Me estoy muriendo
de amor… me estoy muriendo».
Nadie mojaba el aire
como yo.

NO A CUALQUIER GUERRA

Descubrir con qué facilidad se infringe dolor me causa cada vez mayor horror, y ya no sólo es la ligereza con que se causa, sino también la impunidad del acto.

No consigo entender la satisfacción que puede producir torturar, cualquiera que sea la forma, a un ser más débil. Ni la propia naturaleza concibe tal acto.

Contemplar escenarios de dolor, de sufrimiento ajeno, se me hace cada vez más intolerable. Como si en cada uno que observo o que descubro o que me cuentan, tiraran de mí y me arrancaran trozos de la piel que me cubre, y fuera tanta la que me faltara ya que el mero roce de estos aires de amargura alcanzara la carne herida, desangrando una angustia y desconsuelo inagotable.

El único antídoto para el dolor es el amor. El amor infinito, el amor en bruto, sin artificios, el que nace en las entrañas. Ese amor que se traspasa de uno a otro, que se comparte. Ese amor que arropa y que funde. Ese amor que fortifica y sana.

En la incertidumbre del hombre, el amor es la respuesta.

ACASO (soneto)

Acaso despertar a lo evidente
te ocasione más daño todavía,
mejor seguir en la melancolía
que adormece tu pena dulcemente.

Todavía aletea y no es reciente,
el vuelo de aves negras que desvía
la mágica ilusión que día a día
dejaba en tu interior huella latente.

Era tanto tu amor, tan desmedido
que aún tras la traición no comprendías
que lo que tanto amabas ya es olvido.

Y buscas en las noches y en los días
la mágica ilusión que no has perdido,
que guardas entre viejas melodías.

Palmi Merino Portela