Desviaron mi cauce arrojándome a los brazos, fríos e inclementes, de una nodriza gris e impaciente. Y crecí en un lugar artificial en el que todo se cuantificaba.
Progresé adecuadamente hasta descubrir la puerta que me devolvía pedazos de mi memoria atávica retornándome a los cálidos brazos que me empapaban con su esencia, aún vital y franca a pesar de las atrocidades sobrevividas.
Soy tierra húmeda y verde bosque, soy río veloz y escarpada montaña, soy mar y marea, brisa y tormenta, soy hija natural de una indómita tierra, corre por mis venas el norte, peina mis sueños el Cantábrico y acaricia mi llanto el xirimiri.