Qué lenguaje viaja oculto en la fragancia liberada tras el derrumbe del día que cala nuestros sentidos y desata un rumor antiguo donde la entraña se hace tierra, se hace campo, se hace arboleda, rescatándonos de nuestro encierro.
Y mientras la luz se apaga tierra, campo, arboleda se refrescan y se ungen de esencias ignotas, en espera —quizá—, del retorno de la luna, perla que engalana las noches.
Te busco inevitablemente… y sólo encuentro una sombra intangible, indescifrable, de aquello que eres, que la memoria guarda con celo, hermética.
Nada que ver con tu realidad, con mi necesidad de ti y de sentirme en el mismo espacio, en el mismo universo que ahora no habitas, del que te ausentas.
Y es tu discurso canto que me confunde, palabras que se clavan como aguijones en esta incapacidad por alcanzarte, en este naufragio continuo intentando detener tu vuelo.
Te busco inevitablemente… persiguiendo tu reflejo —ahora hostil— a corazón descubierto, blandiendo el alma en son de paz, intentando sostener ese cabo que tú me tendiste desde el mismo instante en que tomaste mi tierra.