Cada libro que escribo me envejece, me vuelve un descreído. Escribo en contra de mis pensamientos y en contra del ruido de mis hábitos. Con cada libro pago un viaje que no hice. En cada página que acabo cumplo con un acuerdo, me digo adiós desde lo más recóndito, pero sin alcanzar a ir muy lejos. Escribo para no quedar en medio de mi carne, para que no me tiente el centro, para rodear y resistir, escribo para hacerme a un lado, pero sin alcanzar a desprenderme.
Él Ella le amó. Entonces, él no supo qué hacer con todo eso.
Ella Un día la amó tanto, que al siguiente no les quedó nada.
Ellos Desde entonces se buscan en el tiempo perpetuos, heridos, errabundos, en el voraz abismo de las vidas y otros brazos son los que soportan cada noche sus ausencias.
Caminaba despacio, como si acompañara el paso de cada minuto. Tejía —cada día— el contorno de su mundo con hilos de seda. Se resguardaba del mundo mientras era devorada por la soledad.