Antes de que rompa a llorar la noche y para, con su cuerpo negro, el alba, habré jurado nunca más morir aunque quisiera despegarse de mí el alma.
Antes de que nadie me retoque, y al cielo abra las entrañas mis labios, orarán, ya sin pudor… Porque así sea, así lo pido a Dios.
Pero, ¿y si el alma me dejara? Si así fuera, ¡que me entierren las palabras!, que me sobra del sepelio, el orador, el ataúd mortuorio y hasta su angosta morada.
Que seguro tendré la prisa de saber si existe el sol más allá, en la porción que me toque de la nada.