He sentido el peso de tu aliento en el límite izquierdo de mi lóbulo.
Me ha embriagado tu perfume, prendido en mis mejillas, y tu voz enredada en no sé qué neurona sensible al terciopelo de tu boca.
Mi cuerpo se ha encendido al sentir el roce imperceptible de tu mano.
Hoy me he despertado mientras tú aún dormitabas en mi sueño, aferrado, como buen infractor, a la pagina 23 del libro de poemas que anoche, antes de dormirte, descansaba sobre tu pecho.