Se me ha instalado la edad sin querer, no la he llamado, está dejando su estampa en las manos, los ensueños, en el mirar nebuloso, en el caminar rendido, en el volverme al pasado, en esta, la piel que envuelve un interior cuarteado de costumbre y de rutina, de cicatrices y rastros que componen un trazado que apenas ya reconozco cuando me miro despacio.
No me cuesta comprender por qué recelan tus ojos si ahora soy el retrato que el tiempo va maquillando.