LA VENTANA DEL TIEMPO

Nunca mejor dicho: mirar a través de la ventana del tiempo. Recuerdo los días del viaje a Ávila y Arévalo como el paso a través de la puerta que la historia mantiene en tantos y tantos rincones de nuestro alrededor, conviviendo con nuestra cotidianidad. La emoción que le sobrecoge a uno al sentirse caminar por lugares llenos de retazos de historia que se materializan para ser palpados, sentidos, admirados.
En ese mismo viaje llegué a Segovia de la mano de mi guía particular —para mí, el mejor guía del mundo—, capaz de atender pacientemente la riada de preguntas que se me desatan en momentos así, donde quiero saberlo todo, conocerlo todo, sentirlo todo y recordarlo todo.
Las calles, los monumentos, las construcciones, todo en Segovia requiere de una visita calmada y sin prisa, pero no era esa la ocasión para mí, por lo que en mi mente anotaba todos esos lugares que iban apareciendo a cada paso que daba para una próxima ocasión en la que el tiempo no me empujara con tanto apremio.
Amante de la poesía, hervía en mí la impaciencia por alcanzar la casa donde residió el poeta Antonio Machado, el más joven representante de la generación del 98, durante su estancia en Segovia —entre 1919 y 1932—: una modesta pensión situada en el centro histórico de la ciudad, que regentaba doña Luisa Torrego.
Quizá por mi temperamento un tanto «visceral», sentía el pulso bailar agitado a medida que la estrecha calle nos acercaba a la verja abierta que franquea la entrada al modesto edificio. Como es de obligado cumplimiento, realicé las pertinentes fotografías que inmortalizaran ese momento: la verja, el camino empedrado bordeado del húmedo terreno del patio que lo franquea, la imagen metálica del rostro de Machado que se encuentra a su izquierda, el árbol frondoso que lo observa de frente, a la derecha del camino —donde mi imaginación comenzó su libre andadura por el tiempo evocándolo sentado a su sombra, leyendo, escribiendo o, sencillamente, descansando en un día cualquiera—. Lo cierto es que me hubiera quedado allí intentando absorber cualquier reminiscencia de aquellos tiempos que hubiera quedado suspendida en el entorno, pero el tiempo apremiaba, ese cruel horario que sujeta el disfrute de un lugar así a una duración determinada, y mi guía, sabedor de mi interés por caminar sobre los pasos del poeta, me arrancó de esa ensoñación primera para abrirme la puerta a una dimensión a caballo entre la historia, la literatura y mi incontinente romanticismo.
Intenté calmarme para poder ver, con perspectiva, el lugar. Como explican durante la visita, la casa es pequeña, empotrada, con una escalera que conduce a una segunda planta donde se aprecia la cocina con sus trastos de hierros y viejas hornallas, el modesto comedor y el cuarto donde, en vitrinas, lucen las ediciones de Machado, los libros de amigos, fotografías, documentos y cartas, sus trabajos para la Universidad Popular que tanto significó en su vida, hasta alcanzar su dormitorio, modesto, tan sólo con lo imprescindible, austero. Iba escuchando, con la fluctuante atención que la emoción me permitía, aquello que iban explicando a través de una audio-guía, pero me encontraba inmersa en una repentina tormenta interior que arrojaba preguntas sin descanso, que husmeaba detalles que me permitieran acercarme a aquel tiempo donde Machado habría, tantas veces, mirado por la misma venta por la que yo, en ese mismo instante, dejaba volar mi vista. Aquella ventana me pareció la ventana del tiempo, en la que una repentina lluvia, ajena al sol que brillaba al otro lado del cristal, desdibujaba el paisaje desplegado frente a mí y me empapaba en una melancolía pesada y húmeda que me acompañó incluso cuando abandonamos aquel lugar.
A pesar de parecerme una terrible osadía, no pude contener unos versos que brotaban, como repentino manantial, nacido de aspirar aquel espacio tan humilde y tan grande al mismo tiempo. Lo cierto es que no los recuerdo, quedaron anotados en una sencilla hoja de visita, escritos precipitada y emocionadamente, con la mera necesidad de compartir un momento tan especial con el espacio donde posiblemente, se respiró tanta literatura.

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