ME SENTÉ

ME SENTÉ sobre las ruinas de la tierra para oír su queja y enjugar el llanto de aquel que llora junto a mi corazón. Y la paz fue mi vergüenza y su verdad un iceberg sobre las aguas de las inundaciones…

y tuvo a bien el limonero cederme sus matices, el color en la degradación de sus tonos, tintura fiel de los tejidos muertos, y el fuego entonces rodeó mis pensamientos,

en el destierro de las lágrimas.

Sigo aquí, estático, en el lugar de la cólera, mi corazón se acuesta en las humillaciones aunque mis versos propugnen —en esencia— las condiciones de su oficio,

la razón por la que fueron convocados;

y aún no conozco nombre ni señal del que vigila al final del laberinto.

Bajo el ligero peso de la nieve. Pablo González de Langarika

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