Desviaron mi cauce arrojándome a los brazos, fríos e inclementes, de una nodriza gris e impaciente. Y crecí en un lugar artificial en el que todo se cuantificaba.
Progresé adecuadamente hasta descubrir la puerta que me devolvía pedazos de mi memoria atávica retornándome a los cálidos brazos que me empapaban con su esencia, aún vital y franca a pesar de las atrocidades sobrevividas.
Soy tierra húmeda y verde bosque, soy río veloz y escarpada montaña, soy mar y marea, brisa y tormenta, soy hija natural de una indómita tierra, corre por mis venas el norte, peina mis sueños el Cantábrico y acaricia mi llanto el xirimiri.
El vuelo de cada uno depende de la fuerza de sus alas. Cada quien debería ejercitar las suyas en lugar de intentar derribar el vuelo ajeno. Cada uno tenemos una brújula interior que guía nuestro viaje, escuchémonos.
Blanca hendiendo el gris infinito arrastras en tus alas el peso de esta lluvia de lágrimas saladas.
Solitaria atraviesas tempestades alzadas como barricadas por retener tu herido vuelo, por arrastrarte a su infecunda orilla.
Gigante tu sombra a contraluz que oculta el alma que se bate entre los cabos que abandona al aire un mundo que se derrumba.
Tengo caído el sueño, y la voz suspendida de mariposas muertas. El corazón me sube amontonado y solo a derrotar auroras en mis párpados. Perdida va mi risa por la ciudad del viento más triste y devastada. Mi sed camina en ríos agotados y turbios, rota y despedazándose. Amapolas de luz, mis manos fueron fértiles tentaciones de incendio. Hoy, cenizas me tumban para el nido distante. ¡Oh mar, no esperes más! Casi voy por la vida como gruta de escombros. Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre. Inútilmente estiro mi camino sin luces. Como muertos sin sitio se sublevan mis voces. ¡Oh mar, no esperes más! Déjame amar tus brazos con la misma agonía con que un día nací. Dame tu pecho azul, y seremos por siempre el corazón del llanto?
Te busco inevitablemente… y sólo encuentro una sombra intangible, indescifrable, de aquello que eres, que la memoria guarda con celo, hermética.
Nada que ver con tu realidad, con mi necesidad de ti y de sentirme en el mismo espacio, en el mismo universo que ahora no habitas, del que te ausentas.
Y es tu discurso canto que me confunde, palabras que se clavan como aguijones en esta incapacidad por alcanzarte, en este naufragio continuo intentando detener tu vuelo.
Te busco inevitablemente… persiguiendo tu reflejo —ahora hostil— a corazón descubierto, blandiendo el alma en son de paz, intentando sostener ese cabo que tú me tendiste desde el mismo instante en que tomaste mi tierra.