Daily Archives: 22 de junio de 2020

LA FUERZA DE UN ABRAZO

En medio de la calle cayó un ángel, desvalido, indefenso. Una a una las plumas de sus alas se desprendieron quedando a los pies de los transeúntes que caminaban apresurados por la acera, por calles y callejones arrastrando sus pies por el asfalto, sin apreciar el silencioso gemido de los restos de aquel plumaje pegándose a las suelas de sus zapatos . Envueltos en la prisa gris del día a día que como la neblina de un largo invierno, enfriaba sus corazones. Y el ángel elevó sus ojos al cielo y lo vio lejano, muy lejano sobre las altas columnas de cemento donde vivían aquellos seres que pasaban a su lado sin verle. Cerró sus ojos y lloró. Abrió sus brazos deseando que sus alas se extendieran con ellos, pero nada ocurría y permaneció así minutos, horas, con los brazos extendidos hasta que uno de aquellos seres con prisa lo vio, se detuvo e interpretó aquel desesperado gesto como una invitación al descanso y acercándose al ángel lo abrazó, disipando así parte de aquella prisa gris que lo envolvía. El ángel sintió calor y, temeroso de perder aquella sensación continuó con los ojos cerrados. Aquellos seres iban deteniéndose a su lado y uno tras otro, abrazaban aquel cuerpo que pintaba una sonrisa en su prisa gris. Y en cada abrazo, una nueva pluma crecía en las alas heridas. Tantos fueron los espontáneos abrazos que pronto aquellas alas fueron reparadas. Solo entonces abrió los ojos el ángel descubriendo el color que llenaba aquellas calles y aceras, aquellas torres de hormigón, aquellos seres que le sonreían detenidos frente a él, y los elevó al cielo. Ahora lo sentía cercano, siendo capaz de alzar el vuelo para regresar a su lugar de origen.

Idoia Mielgo Merino_firma

VISUALÍZALO

Me siento diferente, pero no ajena al paisaje que contemplo. En lo que mi vista alcanza, tengo en el centro un terroso camino salpicado de espejos que la lluvia ha abandonado a su paso creando figuras geométricas diluidas e incluso ha ido rellenando las huellas de aquella mujer de lento caminar tras un día de afanoso trabajo en los campos.

El atardecer proyecta, entre la vereda de árboles que bordean la orilla derecha del camino, una nebulosa luz crepuscular que envuelve la imagen con un misterioso halo, convirtiéndolo en fantástico espectáculo en el que las copas de los árboles semejan cabelleras inclinadas al paso del viento, mirando en línea hacia los tiempos por venir; a la izquierda, verdes campos de altas hierbas enredadas entre sí formando una espesura compacta que expele frescura sobre el camino.

En el horizonte, una sombra elevada rompe lo vertical de la perspectiva y se pierde junto a un sol que arroja, cansado, como apoyado en ella, el fruto de sus últimos esfuerzos para mantener la luz diurna dentro de un creciente mar de nubes que salpican un cielo que va cerrándose.

Puedo ver, apoyado en uno de los robustos árboles unos pasos más adelantado a mí, el cuerpo lánguido de un hombre; quizá descanse, quizá disfrute de esta espectacular obra de arte, quizá tan solo espere la llegada de alguien con quien compartir el resto del camino.

Desearía estar dentro de este cuadro, no ser una mera espectadora de una realidad ficticia. Hay momentos en que la realidad y la ficción se desdibujan, entremezclando sus contornos.

PASEO EN MODO «AUTOMÁTICO»

No he caminado mirando hacia arriba, ni hacia abajo, ni siquiera hacia los lados, tan solo he caminado. No ha sido hasta después de un rato que he sido consciente de mis pasos. Es curioso cómo a veces funcionamos en modo «automático». Y no es menos curioso descubrir que, a pesar de uno mismo, el cuerpo se mueve sin tener que estar la mente en disposición de hacerlo. Se trata de una experiencia extraña, como si adoleciéramos repentinamente de una especie de ceguera anímica.

He contado a mi favor con el hecho de que me he movido por territorio conocido, o reconocido durante este tiempo suspendido de las obligaciones.

En ocasiones la mente tiende a viajar por separado del cuerpo, incluso tiende a viajar sin permiso alguno, sin criterio, de forma inconsciente, dejando abandonados al cuerpo y al alma.

Esas huidas no siempre resultan agradables. Termina por adentrarse en caminos angostos, cubiertos de maleza, sombríos, que advierten de lo desacertado de recorrerlos. Pero eso a la mente, en momentos de apremio, parece darle igual.

Ser consciente de que he caminado por partes de nuevo me inquieta. Es una práctica que está resultándome demasiado habitual; cuando no se me distrae el ánimo, la mente se fuga sin previo aviso. O quizá sea que ni siquiera había llegado a salir conmigo, encerrada ella en sus elucubraciones y se ha visto, de pronto, empujada a acompañarme.

Sea como sea, voy a tener que establecer con anterioridad las pautas a seguir en mis salidas. Deberé contar con la disposición de todas y cada una de las partes en que suelo descomponerme para comenzar a pasear en plenitud.

UN SUEÑO

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

Jorge Luis Borges

LITERATURA Y MÚSICA

Aunando dos de mis grandes pasiones, la literatura y la música, he probado a compartir ambas en este blog.

Cada entrada, cada página, está acompañada de una canción que puede hacer de su lectura, una experiencia aún más interesante.

No obstante, he hecho de ello una elección personal. Quien quiera disfrutar de la lectura con una música que le acompañe, podrá encontrar la opción de activar la canción escogida, que aparecerá con su título sobre el comando del «play» para poder decidir si pudiera ser del gusto de uno, o no.

Aunque yo invito a hacer la prueba y compartir conmigo la especial relación entre estos dos tipos de arte.