PASEO EN MODO «AUTOMÁTICO»

No he caminado mirando hacia arriba, ni hacia abajo, ni siquiera hacia los lados, tan solo he caminado. No ha sido hasta después de un rato que he sido consciente de mis pasos. Es curioso cómo a veces funcionamos en modo «automático». Y no es menos curioso descubrir que, a pesar de uno mismo, el cuerpo se mueve sin tener que estar la mente en disposición de hacerlo. Se trata de una experiencia extraña, como si adoleciéramos repentinamente de una especie de ceguera anímica.

He contado a mi favor con el hecho de que me he movido por territorio conocido, o reconocido durante este tiempo suspendido de las obligaciones.

En ocasiones la mente tiende a viajar por separado del cuerpo, incluso tiende a viajar sin permiso alguno, sin criterio, de forma inconsciente, dejando abandonados al cuerpo y al alma.

Esas huidas no siempre resultan agradables. Termina por adentrarse en caminos angostos, cubiertos de maleza, sombríos, que advierten de lo desacertado de recorrerlos. Pero eso a la mente, en momentos de apremio, parece darle igual.

Ser consciente de que he caminado por partes de nuevo me inquieta. Es una práctica que está resultándome demasiado habitual; cuando no se me distrae el ánimo, la mente se fuga sin previo aviso. O quizá sea que ni siquiera había llegado a salir conmigo, encerrada ella en sus elucubraciones y se ha visto, de pronto, empujada a acompañarme.

Sea como sea, voy a tener que establecer con anterioridad las pautas a seguir en mis salidas. Deberé contar con la disposición de todas y cada una de las partes en que suelo descomponerme para comenzar a pasear en plenitud.

Leave a Reply