Deja que sangre el dolor
como las aguas de un río
convirtiendo cuerpo y alma
en un recipiente vacío.
Que se ahoguen los susurros
o que los consuma el frío
del silencio en que envolvimos
todo lo que no dijimos.
Piedras que van forjando
un largo y sinuoso camino
hacia un norte y que, quizá,
confundan nuestro destino.
Arrastramos muchas sombras
en un viaje clandestino
que no puede compartirse,
por temor a que se pierda
todo aquello que vivimos.
—Tras la niebla—
