Mi juventud no fue más que una oscura tempestad atravesada aquí y allá por centelleantes soles; la tormenta y la lluvia han hecho tanto daño, que quedan en mi jardín muy pocas frutas rojas.
He aquí, que he tocado el otoño de las ideas y que es necesario usar la pala y los rastrillos para reunir de nuevo las tierras inundadas, donde el agua cava hoyos grandes como tumbas.
¿Y quién sabe si las flores nuevas que soñé encontrarán en este suelo enjabonado como una playa el místico alimento que les daría vigor?
—¡Oh dolor! ¡Oh dolor! El tiempo se come la vida, y el desconocido enemigo que nos corroe el centro de la sangre que perdemos, ¡crece y se fortalece!