HALLAZGOS

La vida no siempre sonríe. De vez en cuando brinda algún respiro y eso nos empuja a continuar. Las reflexiones llegan con el dolor, y el dolor se acrecienta ante las certezas. La vida va terminando los bocetos que trazamos en el comienzo y, de pronto, no reconocemos nuestra obra, nuestras huellas, nuestro camino. El cansancio nos vuelve más vulnerables y permitimos entonces que las emociones que mantenemos ocultas se desborden, nos bañen, nos dañen. Y es la felicidad la que más duele. La que se fue; la que no alcanzamos; la que fue un sueño; la que nunca tuvo sentido. Nuestra naturaleza insatisfecha, curiosa, ambiciosa nos impide disfrutar del presente. Tantas teorías, tantos estudios y guías sobre esa cuestión, solo para llenar los vacíos durante la construcción de lo que llegaremos a ser al final del viaje. Llegó la palabra para narcotizar los sentidos. ¡Tantos usos tiene la palabra! Pero el principal ha sido siempre el de inundar el silencio. Porque en el silencio nos encontramos con nosotros mismos. No hay nadie más en el silencio. Solo la verdad de cada uno, sin adornos.

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