El verano llegaba al final. El silencio iba rellenando el espacio de las ausencias. De nuevo volvía la edad a cada calle, a cada fachada. Perezosamente los pueblos se despojaban de galas y colorido. Las tardes se cubrían antes con el frío de las noches. Inmune al calendario de los hombres, la luna vigilaba el devenir de los tiempos.