Se despliega la mirada, resplandor rojizo que baña el alma toda y la sublima, que impulsa los latidos derramándose en anhelos que despiertan sin prudencia, el juicio se paraliza y libera todo lo incierto y lo imposible de la mano, mas nada hay en ese océano insondable capaz de contenerse o razonarse, nada hay que cuando todo se desborda, pueda alzar diques que de su ímpetu nos guarden.