Empapado tiritaba el pájaro en la ventana…
Al poco, una tromba de caricias
caldeando la esperanza,
después, lluvia etérea de realidad
en forma de cadáver.
Yo tenía cinco, acaso cuatro, o tres…
da igual,
tenía pocos años
y mucha muerte
volando eterna por mi mente.
Arantza Alava