Sin preguntas, sin apremios, me devuelves la niña que fui.
Atraídas por el embrujo del agua, —provocándola con el vuelo de una piedra con la que bailotea en órbitas a la deriva— asoman a tu mirada las sombras de tu mocedad, ecos de travesuras que se descuelgan aprovechando el tiempo de recreo.
La risa nos acompaña con su melodía rescatando la frescura infantil, ablandando la dureza con que los años me han ido envolviendo.
Una piedra, un río, tu mano, mi risa, nuestro tiempo.