En una jaula de hormigón, sintiendo el batir de unas alas agitando el vacío, tentándola, apenas un reflejo como salida, y contagiada por el movimiento que la vuelve ligera, capaz, ¡salta!
Y el aire le abraza, al fin es libre, no pesa.
Mas algo frena su vuelo, unos dedos que se aferran y que apresan un extremo, cadenas de carne, raíces parásitas.
El espacio retumba con su grito.
Sólo fue un segundo en su rostro el aliento de un futuro venturoso.
Es entonces la caída más pesada, encerrada de nuevo en su jaula de hormigón donde la esperanza se extingue, como una llama sin oxígeno se va extinguiendo hasta desaparecer.