LLUVIA EN VERANO

La lejanía física, en ocasiones, logra vencer la resistencia de la propia voluntad empeñada en visitar, cada día, los pedazos de uno mismo que se encuentran esparcidos en otros territorios, otros espacios.

En esos momentos a uno parece acercársele, con demasiada velocidad, el tren de las borrascas  interiores, barriendo la relativa serenidad que tanto cuesta reinstalar en esta nueva versión de nosotros mismos.

En el kit de supervivencia para estos casos cuento con el móvil, fundamental instrumento para los primeros auxilios en éstas ocasiones que pueden hacernos naufragar en un repentino torrente de pánico.

Y escucho esa voz que alcanza la corriente de mi pulso. Imagino la sonrisa franca y espontánea, la mirada limpia y sincera, los gestos la hablar. Se despliega ese radar materno en busca de mensajes subliminales que me alerten si algo no va bien.

Todo está bien. Y ese «todo está bien» es algo que me repito a modo de mantra. Hay salud, hay relativa calma, hacemos los equilibrios justos para mantenernos en esa linea entre la incertidumbre y la sostenibilidad, hay amor. Pero hay días, intrigantes y provocadores que desatan una lluvia que humedece el alma y embarra la mente.

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