Me empapa
la fragancia de tu naturaleza,
tierra salvaje
de tormentas y de fuego.
Como ofrenda
alcanzo el bastión
que me retiene en tus playas
donde mi viaje concluye
como ola mansa,
anclándome
al eco que en tu pecho
retumba, enronquecido,
como el trueno.
Y en esa brisa
serena
de tu aliento,
descubre el alma
cómo detener el tiempo.
—Tras la niebla—
