Ensombrecer la razón
para ocultar un paisaje que, quizás, hiere.
Dejar que la niebla espesa se extienda
y aquiete los sentidos en un amortiguado silencio.
El brillo se pierde y el daño se aletarga
y en ese limbo sobrenatural
se sumergen los recuerdos,
mientras el frío va floreciendo
venciendo la esencia cálida del ser
entre el gris y el blanco
que surgen de la negrura.
—Tras la niebla—
