Ensombrecer la razón para ocultar un paisaje que, quizás, hiere. Dejar que la niebla espesa se extienda y aquiete los sentidos en un amortiguado silencio. El brillo se pierde y el daño se aletarga y en ese limbo sobrenatural se sumergen los recuerdos, mientras el frío va floreciendo venciendo la esencia cálida del ser entre el gris y el blanco que surgen de la negrura.