En qué aurora he de buscarte, qué silencio ha de acercarme a ese misterio que encierras, que tantas veces te entierra y que me impide alcanzarte.
En qué atardecer perdimos las caricias, nuestros mimos, la risa que desertaba —y que siempre nos aislaba— de realidades y ruidos.
Es ahora un nuevo inicio otro tiempo, otro sitio que me permite abrazarte, oír tu risa, mirarte, poner a cero el contador… que me devuelve al principio.