MOMENTOS MINDFUL

Hoy es un día tranquilo, fin de la semana. En esta nueva etapa alterno relax con trabajo, ilusión con nervios, incertidumbre con amor, dolor con crecimiento, y tan caóticamente como puede resultar al leerse. Quizá la experiencia de un largo tramo de camino recorrido en el que se han sucedido diversidad de situaciones, experiencias, emociones, orden, desorden, en fin, todo aquello que la vida representa para cada uno, me hace encarar este tramo con una actitud centrada -por fin- en el presente, en cada segundo, en cada minuto, en cada hora de cada día.

He descubierto que me ayuda buscar momentos mindful. No siempre que se quiere el ánimo es el apropiado. Como ya he comentado en otros escritos, a mi cuerpo, mi mente y mi espíritu les lleva su tiempo estar en la misma sintonía o con ese mismo ánimo calmado propio del mindful, dejando de «darle vueltas a la cabeza» y parar de «rumiar, cavilar o preocuparte» en temas del pasado o del futuro, centrándose en vivir el presente. Pero encuentro huecos por donde escabullirme, observar y guiar mi mente por reflexiones que aquieten las tentativas de insurrección anímica, y en una de esas escapadas me he encontrado sobrevolando todo este tipo de cuestiones: la importancia de llenar el espacio vacío de cada día con los deseos que brotan en cada latido, impulsando acciones, gestos, sensaciones, sonidos, sentimientos como un torrente inagotable que discurre ajeno a las leyes que etiquetan todo lo que somos, sofocando la espontaneidad y la naturaleza salvaje, indómita y sorprendente de cada ser que habita en este mundo.

Yo, en momentos así, vuelvo a ser mariposa.

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