¡TIEMPO!

A veces es inevitable destruir para volver a sentir la fuerza creadora. Hemos hecho un arte del comenzar de nuevo cuando tocamos techo, desde los escombros. La historia no dejará de repetirse: otros rostros, otros paisajes, otras modas… pero siempre nosotros.

La búsqueda del bienestar termina por insensibilizar nuestros sentidos y se nos hace preciso reaccionar, rebelarnos ante el horror de un mundo gobernado por ignorantes del amor, de la paz y de la vida sosegada para quienes el motor del progreso es el ansia de poder, donde prolifera y se venera el caos.

Sin embargo, todo es cuestión de tiempo. Que todo termine, que empiece de nuevo o que, pese a todo, perdure a pesar del día a día. ¡Tiempo…!

Pero amanece de nuevo, cada día, y con ello, una nueva esperanza. Cada jornada la luz renace de la oscuridad para mantener otra dura batalla y yo sigo aquí, y tú, sigues aquí también.

La paciencia tiene su recompensa. Aprender a caminar despacio se hace un ejercicio necesario en estos tiempos de prisas y precipitaciones gobernados por la inmediatez. Fijar en los sentidos el paso de segundos y minutos que forman el tejido de cada uno de nosotros.

No he vuelto a muchos de los lugares en que despedí muchas partes de mí misma. Permanecen ocultos como un tiempo vacío, como si fueran un montón de hojas caídas del calendario. Maleza marchita que va apagando los colores a mi alrededor. Sin embargo, hay días que delatan su esencia, esa fragancia conocida. Y de la mano del tiempo descubro las huellas que permanecen, a la espera de ser reconocidas y aceptadas para seguir avanzando.

Ser consciente de lo que uno es resulta la mejor munición para combatir el desequilibrio en que el panorama actual amenaza sumirnos.

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